miércoles, 8 de abril de 2015

La estación del haiku




















Querid@s honobonian@s:

Dante Alighieri mantuvo viva la inspiración a lo largo de los cien cantos de que consta la Divina comedia. El Anónimo de Gormaz, o de Medinaceli, hizo lo mismo con los más de 3.700 versos en que compuso el Cantar de Mio Cid. En cuanto a Homero, de quien dicen que acabó ciego y acaso deambulando con un remo a cuestas, fue capaz de cumplir por dos veces la hazaña y no permitió que se le apagara la llama del ingenio hasta dar forma a los 10.000 y 15.000 versos largos que todos conocemos como la Odisea y la Ilíada.

El haiku japonés tiene muy poco que ver con esos monumentales poemas épicos: se compone de solo tres versos (5+7+5), resulta de la disgregación de una forma estrófica mayor (el tanka) y no pertenece al género narrativo. De hecho no puede encuadrarse en ninguno de los géneros occidentales, porque está tan alejado de la épica como lo está de la lírica, y sin embargo ambas caben, a su manera, en ese exiguo universo.

Nunca sabremos cuántos cientos de haikus escribió Bashô. Ni cuántos compuso Kobayashi Issa. Pero todos ellos, puestos en fila, os aseguro que compondrían (componen, de hecho) un sola historia, un largo poema épico cuyo protagonista, narrador y autor dan una sola sombra.

Y si tomáis ahora en las manos, con suficiente paciencia y amor, la Commedia, el Mio Cid y los dos poemas homéricos, hallaréis entretejidos en sus largas tiradas de versos, brillantes y minúsculos raptos, instantes de asombro que ningún erudito bautizó, fulminantes haikus bajo otro ropaje.

Cada libro arrastra consigo no solo a su autor, sino también a sus lectores y a su traductor. Borges solía decir esto mismo de una forma mucho más elegante. Cuando en 1983 Jesús Munárriz encargó a Antonio Cabezas una de las colecciones de haikus que más ayudaron a divulgar el género entre el gran público, Cabezas la tituló Jaikus inmortales. Estaba siendo con ello tan fiel a su raíz hispánica (la que viene desde las jarchas y el Mio Cid) como lo había sido Juan Ramón Jiménez con su personal ortografía. Y estaba siendo además tan fiel a su amor por Japón como para dotar a aquellos poemas de la mejor música que tenía en sus manos.

Por eso, nos hemos atrevido a tender puentes tan temerarios entre poemas tan distantes. Porque como Antonio Cabezas demostró, aguas arriba, algunos ríos confluyen en una misma fuente. Él subió a la montaña para descubrirlo.

Este mes leeremos dos pequeños libros de haikus. Teniendo en cuenta que, si no acabamos de comentar el primero a tiempo, dejaremos el segundo para la sesión de mayo.

Kobayashi Issa: Mi nueva primavera, trad. Fernando Rodríguez-Izquierdo, ed. Satori, Gijón, 2015

Masaoka Shiki: Ruego a la mariposa, trad. Fernando Rodríguez-Izquierdo, ed. Satori, Gijón, 2013

Ambos están a vuestra disposición en Lfont Tea Mountain al precio de 9 eur/ud. (ya está aplicado un descuento del 25 % que la editorial ha hecho a Manuel).

Lfont Tea Mountain
Día 28 de abril de 2015
De 19:00 a 21:00 h.

Un abrazo

Pedro Pablo Ontoria