martes, 5 de abril de 2016

Sobre Shunkin


De entre las muchas historias que escribió Tanizaki Jun’ichirô, Sobre Shunkin (Shunkin shô), de 1933, era la preferida de Kawabata. La tiránica y hermosa maestra de shamisen que protagoniza esta narración atrae poderosamente no solo a su más devoto discípulo, Sasuke, sino también al lector, que nunca alcanza a vislumbrar con claridad los contornos precisos de su pensamiento. Tanizaki escribió al respecto: «He evitado interpretar la psicología de las mujeres japonesas de la era feudal desde un punto de vista moderno, y en su lugar he intentado describirlas recreando lo que de hecho pudieron sentir, apelando antes que nada al corazón y a la comprensión del lector contemporáneo.»
A diferencia de obras anteriores, donde Tanizaki se había zambullido como narrador omnisciente en el flujo de conciencia de algunos de sus protagonistas, en Shunkin guarda una prudente distancia, la misma que corresponde al carácter reservado de sus vecinos de Kansai, donde se había mudado tras el Gran Terremoto de 1923. Él, que ha sido tiempo atrás firme partidario de las técnicas narrativas occidentales, vuelve ahora la mirada hacia personajes de perfiles desdibujados y ambiguos, y se nutre de la herencia cultural de su país para dar a luz, si así queremos decirlo, a la intertextualidad que empareja al historiador y al narrador de temática originalísima, porque ambos conviven en este segundo Tanizaki.
Tanizaki Jun’ichirô, Sobre Shunkin, traducción de Aiga Sakamoto, prólogo de Carlos Rubio, Gijón, Satori, 2016.
Lfont Tea Mountain
Día 26 de abril de 2016                
De 19:00 a 21:00 h
Podéis encontrar el libro con descuento en Lfont Tea Mountain.
Un abrazo

Pedro Pablo Ontoria


sábado, 26 de marzo de 2016

El álbum de Tanizaki



Muchas veces los relatos de Tanizaki avanzan como una larga y profunda espiración, como la llama de una vela viajando hacia su centro. Estratégicamente ubicados dentro una precisa geografía urbana y temporal, sus personajes progresan hacia la cara oculta de la psique humana. Se trate o no de la sombra de la que hablaba Jung, cada uno de ellos espía la intimidad del otro o conoce su historia para mirarse de esa forma en un espejo que solo a los menos avezados les parece ajeno. Los pintores que transitan por sus cuentos, igual que el alter ego que siempre lleva consigo una libreta escondida en la pechera, intentan reproducir un mundo secreto donde la belleza y el amor rozan con la obsesión y la demencia. Uno de los aciertos de Tanizaki consiste en avanzar por ese territorio sin caer en la caricatura.
En lugar de optar por cualquiera de las corrientes dominantes en su juventud, el Naturalismo y la “Novela del yo” (Watakushi shôsetsu), Tanizaki desafía desde el principio a sus lectores arrastrándolos fuera de los límites de la realidad. Se trata de una labor concienzuda y bien planeada que, para empezar, se sirve siempre de referencias espaciales conocidas, de documentos históricos o periodísticos y del frecuente empleo de la primera persona. Dota así de veracidad al arranque de cada una de sus narraciones para que la evolución de los acontecimientos no pierda lastre y asombre al desprevenido lector como nunca lo habría hecho un relato absolutamente fantástico.
Es un viaje que comienza hacia 1910 con sus primeros artículos y cuentos, como Tatuaje (Shisei), el primero de la colección que estamos leyendo estos meses. Conmueve descubrir cómo solo un par de años antes, en 1908, un jovencísimo Tanizaki posa sentado en una fotografía de grupo como estudiante de la Preparatoria de la Universidad de Tokio. A su lado, el famoso Inazô Nitobe, su profesor, cosmopolita, pacifista y cristiano, que iluminó las ansias de modernidad de tantos jóvenes durante sus años de magisterio tanto en Sapporo como en Tokio. Viendo aquella imagen, en la que ambos ladean con idéntica dignidad la cabeza atraídos por un imaginario foco a nuestra izquierda, uno no puede dejar de pensar en las insólitas e irreverentes ideas que debían de bullir ya en la mente del alumno.
Pero en el álbum familiar de Tanizaki hay otra fotografía mucho más elocuente, está tomada en 1938, cuando el novelista tiene 52 años de edad. Junto a él, Ayuko, su única hija. Contrariamente a lo que muchos osarían pensar, Tanizaki era un padre devoto y afectuoso, como prueba su correspondencia con la joven. Fue precisamente el nacimiento de aquella criatura lo que le hizo plantearse ciertas cuestiones. En mayo de 1916 escribe en el diario Chûô kôron: «El 14 de marzo fui padre por primera vez. Quienes me conocen personalmente se sorprendieron mucho al saber la noticia. Yo mismo me sentí como si me hubiera topado de repente con un acontecimiento inesperado. […] ¿Por qué detestaba tanto a los niños? Porque era un completo egoísta. […] Además tenía miedo de que la llegada de un niño estropeara mi arte. Creía que si mi egoísmo se extinguía, mi arte se perdería con él… Di prioridad al arte y dejé a la vida en segundo lugar.»
Entre la primera y la segunda instantánea han trascurrido 30 años, y para entonces el decadentismo europeo de comienzo de siglo que tanto había influido en su elección de una temática «gótica, grotesca, hedonista, sexo-maníaca, inmoral y diabólica», en palabras de Hisaaki Yamanouchi, ha dejado paso a un interés casi obsesivo por las relaciones conyugales, siempre difíciles y extravagantes, y por el amor filial, no exento de idealismo. El segador de cañas (Ashikari), de 1932, es un buen ejemplo de ello. Como lo es también de su defensa de la importancia de la estructura y del argumento frente a los postulados de Akutagawa, que en 1927 se había manifestado abiertamente en contra de Tanizaki y había abogado más bien por la importancia de la «profundidad del espíritu poético frente al argumento».
De todo ello y especialmente de los Cuentos de amor publicados por Alfaguara conversaremos el próximo martes en compañía de nuestra querida Twiggi Hirota, traductora de Tanizaki y una de las fundadoras de Honobono.
Lfont Tea Mountain
Día 29 de mayo de 2016
De 19:00 a 21:00 h.

Un abrazo


Pedro Pablo Ontoria

miércoles, 3 de febrero de 2016

Cuentos de amor de Tanizaki


Tanizaki es un artífice de las pasiones amorales, amores que traslucen delirio, amores sátiros que revierten en una copa de locura oriental. Siempre lo he leído con respeto y dedicación, he sonreído al pasar página y he mirado por esa mirilla desde la que se vislumbra una luz que te atrapa en cada signo, en cada movimiento y cada gesto. Poco puedo decir de Tanizaki que no hayan dicho ya sus estudiosos y críticos y el mismo editor del texto, Carlos Rubio, en la fantástica introducción de Cuentos de amor de Tanizaki, Alfaguara, 2016. Por eso solo puedo hablar del Tanizaki que a mí me fascina. Todo empezó con aquel maravilloso libro de El Elogio de la Sombra, miles de ejemplares vendidos, un auténtico bestseller para lo que estamos acostumbrados en España, que merece la pena tener en cualquier biblioteca que se precie de exquisita. La misma editorial, Siruela,  nos acercó a sus obras más clásicas, Noemí, Diario de un viejo loco, La llave… Obras todas ellas inmarcesibles, obras que empezaba a leer sin parar durante toda la noche mientras mi hija crecía dentro de mí. Siempre tuve debilidad por Tanizaki, más que por Yukio Mishima o por Haruki Murakami, aunque poco tienen que ver estos tres estilos narrativos. Tanizaki es perverso, le gusta ahondar en los secretos oscuros de los hombres, y le encanta provocar. Estas tres características son las que me han atrapado y las que me han calado mientras le leía y más tarde ayudaba a traducir a Akihiro Yano. Digamos que algunos de los cuentos de este libro, algunos de ellos inéditos y fantásticos, que tenéis entre manos son, como les suele pasar a los grandes artistas, bocetos de sus novelas, apuntes si cabe, esbozos de lo que en un futuro se convirtió en el cuerpo de esos grandes textos premiados, estudiados y elogiados. Porque sí, de sombras está hecho el hombre, de relatos, de amor y cañamazos las obras magnánimas.

Twiggy Hirota


JUNICHIRO TANIZAKI: Cuentos de amor, traducción de Akihiro Yano y Twiggi Hirota, prólogo de Carlos Rubio, Madrid, Alfaguara, 2016.

El próximo día 23 de febrero de 19:00 a 21:00 h, como todos los últimos martes de mes, en Lfont Tea Mountain.

martes, 12 de enero de 2016

El viaje de Chihiro (千と千尋の神隠し、Sen to Chihiro no kamikakushi)

El matrimonio Ogino emprende, junto con su hija Chihiro, un prometedor viaje que les llevará a su nuevo hogar. La niña, que cuenta con diez años de edad, resulta ser una criatura consentida que muestra un evidente hastío ante la perspectiva de su inminente cambio de vida.

Los caprichos del destino hacen que la familia se pierda en su viaje y llegue al final de un camino sin salida. Deciden entonces dejar el coche e investigar el terreno a pie, adentrándose en un túnel que les llevará a lo que ellos interpretan como un parque temático abandonado.

Desde uno de los restaurantes del supuesto parque, llega un agradable olor a comida que hace que el matrimonio Ogino decida tomarse un descanso para comer. Aunque el restaurante se encuentra sin personal a la vista, los mostradores rebosan de suculenta comida y el banquete para los padres de Chihiro no se hace esperar.

La niña, que desde el principio desconfía de la espontánea aventura, decide alejarse de su familia para explorar los alrededores. A su regreso, descubre en lugar de a sus padres a dos enormes cerdos que están siendo golpeados por el que parece ser el dueño del restaurante.

Asustada, decide remontar el camino y regresar al coche, pero la noche cae y se encienden los farolillos de las calles que empiezan a rebosar de extrañas criaturas que deambulan de un lado para otro…  Chihiro y su familia ya no se encuentran en su mundo.

¿Cómo saldrá adelante la mimada Chihiro en este mundo extraño? ¿Conseguirá finalmente rescatar a sus padres para volver juntos al nuevo hogar que les espera?


El cine anime o de animación japonés, en estrecha relación con el manga, representa para el mundo occidental una de las marcas de identificación propias de la cultura japonesa actual, asociada, especialmente, al colectivo de jóvenes y adolescentes.

Sin embargo, y aunque en occidente relacionemos el cómic y los dibujos animados con la infancia y la adolescencia, la realidad japonesa impone una tradición generacional de consumo de anime y de manga que evoluciona sin discriminación de edad, sexo, estrato social o nivel cultural.

Dentro del amplio catálogo de productores de anime que proliferan desde hace décadas en Japón, el Studio Ghibli es sin duda el más conocido y reconocido dentro y fuera de las fronteras niponas gracias, en gran medida, al brillante trabajo de su cofundador y director estrella Hayao Miyazaki.

Ghibli, que significa “viento cálido que sopla en el desierto del Sáhara”, da nombre al Studio que llega como un soplo de aire fresco en el mundo de la animación japonesa, ofreciendo una calidad inusitada a un género cinematográfico caracterizado hasta ese momento por las películas de bajo presupuesto.

Aunque oficialmente nace en 1985, los orígenes del Studio Ghibli se remontan a 1983, año en que comienza a fraguarse Nausicäa del Valle del Viento a partir de un manga del propio Miyazaki. Durante las décadas de los 80 y los 90 el Studio produjo varias películas, sin embargo, su reconocimiento nacional e internacional no empieza a cosecharse hasta 1997, año en que se estrena La Princesa Mononoke. El reconocimiento definitivo llega en forma de Óscar pocos años después, en 2001, cuando la Academia de Hollywood otorga el Premio a la Mejor Película de Animación a El viaje de Chihiro.

La pasión que imprimen en sus trabajos Hayao Miyazaki y su socio y amigo Isao Takahata (autor de obras tan importantes como la serie Heidi o el film La tumba de las Luciérnagas), hacen de Ghibli un Studio creador de magia y de sueños que se materializan en producciones cinematográficas, auténticas joyas que quedan engastadas para siempre en el recuerdo y en el corazón de su público.

Miyazaki, aunque con una importante influencia foránea en muchos de sus trabajos, evidencia una gran preocupación por conservar las raíces de su  pueblo, inquietud que se traduce en una fuerte representación de la cultura y las tradiciones japonesas en sus producciones. Esta preocupación es palpable en películas como La Princesa Mononoke y la oscarizada El viaje de Chihiro, elegida como próxima proyección del Club Honobono de literatura japonesa. Será el martes 26 a las 19:00 h. en Lfont Tea Mountain.

Rebeca Fernández Mellado





El viaje de Chihiro
Dirección y guión: Hayao Miyazaki.
Producción: Studio Ghibli (Japón, 2001).
Música: Joe Hisaishi.
Duración: 124 min.
Color.
Tráiler de la película: