martes, 29 de mayo de 2018

Siempre hay una primera vez




Queridos honobonianos:

Estrategia, buenismo, censura, autoinmolación y música. De todo hemos hablado en la sesión de mayo sobre "El arpa birmana". Porque un mismo libro da lugar a muchas visiones, poliédrico como un diamante. A veces la luz nos alcanza y otras el cristal resulta demasiado opaco y no hay lectura ni mensaje. Hemos comparado nuestro libro de hoy con "Flores de verano", una obra en la que aparentemente no pasa nada, pero lo que se narra está exquisitamente contado por un superviviente de Hiroshima.

"El arpa birmana" es una novela lírica escrita para una revista y eso se nota en su estructura, algo patente también en otras muchas novelas de la literatura japonesa como "Yo, el gato" de Sooseki. Temáticamente permanecen en la Birmania (Myanmar) de hoy algunas de las cualidades de la población que se retratan en la novela: una población pobre en un país rico en recursos naturales, rubí, oro... aquello que la gente tiene se lo da a la religión, un pueblo que no tiene dinero pero que lo poco que obtiene lo invierte en comprar pan de oro que pegan sobre budas ya deformes de tanta lámina adherida. Cuentan con medio millón de bonzos y no hay familia donde no haya un bonzo o una monja.

El libro procede de un encargo. Takeyama podría haber elegido cualquier otro episodio y país, pero bajo la aparente suavidad lírica que sobrevuela la historia emergen personajes pacifistas (no podía el autor defender esa posición por imperativo legal, pero da voz a aquello en lo que cree). El pacifismo que defiende en esos momentos difíciles la novela también se palpa en la inocencia de jóvenes sin formación entregados al martirio de la guerra. Jóvenes escolares que no saben dónde están ni por qué disparan hacia lo hacen.

Siempre hay una primera vez para contaros en vivo cómo acaba de transcurrir nuestra sesión (en directo aquí y ahora) y para informaros con tiempo suficiente del próximo libro.

En JUNIO leeremos "Hogueras en la llanura", de Shohei Ooka.

Si no encuentras el libro, escríbenos y te haremos llegar un ejemplar cortesía de Honobono. Esta vez estamos a tiempo!!!

Martín de los Heros, 37 (Metro Argüelles)

MARTES 26 de JUNIO de 19:00 a 21:00 h.

Un abrazo!!

jueves, 24 de mayo de 2018

«El arpa birmana»




Queridos honobonianos:

Salvo unos cuantos ingenuos, no hay mucha gente que crea hoy en los ángeles. Y sin embargo las bóvedas de media Europa se hallan pobladas de serafines, querubines y otros tantos seres alados. Judíos, cristianos y musulmanes les han encargado la tarea de cantar alabanzas a Dios y han confiado en ellos para que mediaran entre los hombres y la divinidad.

En el sintoísmo, esa misteriosa religión sin un corpus conocido pero rica en símbolos y manifestaciones, también hay música celeste y una jerarquía de mensajeros que conecta el cielo con la tierra. Itsuo Tsuda lo cuenta de pasada en un libro inencontrable en España titulado La Vía de los Dioses. En Japón —dice el autor— los dioses no transmiten los mensajes por sí mismos y poco menos que se desentienden de los asuntos humanos; para una labor tan humilde cuentan con los llamados dioses terrestres, que además de ciertos animales y algunos médiums, realizan la función de transmitir al género humano sus altos deseos y sus órdenes irrebatibles.

Y es curioso, porque el mismo halo de inefable santidad se respira igual en el interior de una catedral gótica que ante el haiden o capilla de un santuario shinto. Hay una suave música en ambos, una suave melodía semejante al murmullo que se dice al oído.

Hay quien dice en algunos países occidentales que es la voz del Arcángel Gabriel, el que anuncia los acontecimientos venturosos e interpreta los sueños de los profetas. En Japón, ese mismo rumor procede de hombres y mujeres de antaño que cantan desde el fondo del mar, desde la oscura espesura de los tupidos bosques de bambú o desde lo que fue un calcinado campo de batalla. Procede de las gargantas de las memoriosas kataribe, que recitaban historias antiguas para el bien de las generaciones futuras. Y procede en fin de animales mitológicos, de árboles talados y de dioses cercanos, que componen una miríada de santas estrellas en el universo cercano de todos los días.

Hoy casi nadie cree ya en los ángeles, pero ellos siguen cantando. Cantan entre nosotros, baten con púas y plectros cuerdas abrasadas por el escepticismo y la falta de imaginación. Y si el Arcángel Gabriel decidiera encarnarse, lo haría seguramente en la piel de un capitán alegre que agita su batuta y entona melodías para sus hombres ignorando la sordidez de las trincheras. Un capitán como el que abre el libro que leemos este mes.

El arpa birmana, de Michio Takeyama.


Martín de los Heros, 37 (Metro Argüelles)

MARTES 29 de MAYO de 19:00 a 21:00 h.

Un abrazo

Pedro Pablo Ontoria