Queridos honobonianos:
Este es el relato de una historia salvaje y primordial, ocurrida
en una aldea en medio del bosque donde la niebla se convierte fácilmente en un
barniz pegajoso y los personajes carecen de nombres. Salvo tres de ellos, a los
que conocemos por sus apodos: Morro de Liebre, el Negro y Chupatintas. Solo el
segundo está justificado, porque el niño japonés que narra la historia nunca podrá
comunicarse plenamente con el soldado norteamericano que un buen día cayó del
cielo y cuya presencia altera la vida de la miserable comunidad, así que no
tendrá forma de conocer su nombre o sus pensamientos.
Dando un gran salto literario, la importancia que desempeñan
en la novela la escopeta del padre y el instinto cazador en todos los
personajes nos recuerdan la crudeza de algunas páginas de «La familia de
Pascual Duarte» y de «Tiempo de silencio». Y no es casual, porque el mundo
primitivo y esencial que retrata Kenzaburo Oé surge aquí contaminado por la
ignorancia de seres embrutecidos igual que ocurre en el campo extremeño de la
novela de Cela y en los oscuros suburbios del Madrid de los años cuarenta de la
de Martín Santos.
En un ambiente como este es muy revelador que Kenzaburo Oé
recurra a un lenguaje tan barroco, con predominio de la adjetivación y
numerosos epítetos donde cabría pensar que procede más bien la desnudez
nominal. ¿Cuál es su objetivo? Sin darse cuenta el lector percibe sobre su
propia piel la misma asfixia endémica que agobia a los personajes, percibe la
suciedad y el hambre, y percibe finalmente el hedor. Todo en la novela es
extremo y tiene que salpicar al lector para que su paso por la historia no le
resulte indiferente. ¿Qué otra novela del primer realismos hispánico recurrió
al mismo estilo también en miserables circunstancias? Efectivamente, nuestro
«Lazarillo de Tormes».
Solo que «La presa» no es un obra realista, excede los
límites del género y conjuga en sus páginas el realismo mágico —que permite por
ejemplo que el olor de la osamenta del americano se extienda como una plaga por
toda la aldea— con recursos propios del mejor expresionismo pictórico —a él
corresponden los rasgos físicos que dibujan lo que sabemos del soldado o de la
fragmentaria figura del padre.
Como volverá a hacer años más tarde en «Una cuestión
personal», Kenzaburo Oé impide en «La presa» que el lector se acostumbre a una
cómoda complacencia intelectual. Oé es un autor astuto y visceral que se mueve
con soltura en la esfera de los instintos, y eso nos inquieta porque en el
espejo donde retrata la condición humana conviven abigarrados la camaradería y
la violencia, la satisfacción y el dolor.
Precisamente son los dos personajes principales los que dan
cuenta del tránsito entre ambas. Solo el joven narrador y el negro evolucionan
dentro de la historia. El primero comienza siendo un niño que perderá la
inocencia cuando sea capaz de ver desde fuera el mundo esperpéntico en el que
había vivido desde su nacimiento. La traición del negro y la violencia de los
mayores que lo salvan marcarán el punto de inflexión. El segundo pasa por tres
fases que le devuelven al punto de partida: animal, amigo y enemigo.
Pero nuestras claves personales de lectura pueden no ser la
tuyas y eso es precisamente lo que enriquece nuestras sesiones cada mes. La
próxima:
MARTES 25 de SEPTIEMBRE de 19:00 a 21:00
h
LFONT TEA MOUNTAIN (http://lfontteamountain.blogspot.com.es)
Martín de los Heros, 37 (Metro
Argüelles)
Hasta entonces faltan casi dos meses. Teniendo en cuenta que
«La presa» es una novela corta, hemos pensado una segunda propuesta para
quienes deseen seguir leyendo sobre el tema de este año —la literatura de
posguerra en Japón—.
«Un artista del mundo flotante», de Kazuo Ishiguro.
Aunque como ya sabes su autor escribe en inglés, retrata un mundo
genuinamente nipón y creemos que la disfrutarás.
(Recuerda que Honobono pone a tu disposición un ejemplar de
ambos libros si no los encuentras. En tal caso, por favor escribe a pilar.dld@gmail.com o a pedropabloontoria@gmail.com)
Y una última cosa: dejamos abierta la sección de comentarios
para que si te apetece te animes a participar y hagamos también del blog un
espacio para la conversación. ¡Adelante!
Un abrazo
Pedro Pablo Ontoria